Si el título no te dice nada o piensas que, por el nombre, estamos hablando de enfermedades raras, tal vez no conozcas estas problemáticas o, por suerte, no hayas tenido que enfrentarte a ellas a nivel personal/profesional. Por desgracia, son fenómenos bastante comunes en el entorno laboral (y, por qué no decirlo, también en el plano personal), con los que hay que saber lidiar, detectar, e incluso prever posibles consecuencias.
El síndrome del impostor y el efecto Dunning-Kruger
Como hemos dicho, es bastante habitual encontrarse con personas que subestiman o sobreestiman sus habilidades. Serían los dos extremos de este fenómeno psicológico: el síndrome del impostor y el efecto Dunning-Kruger.
El primero de ellos se caracteriza por una sensación persistente de duda y miedo a ser descubierto como un «fraude«, a pesar de los logros y haber mostrado en numerosas ocasiones su valía. Las personas que lo padecen suelen atribuir su éxito a la suerte o a factores externos, lo que puede afectar negativamente a su confianza, autoestima y rendimiento.
Por otro lado, el efecto Dunning-Kruger describe a individuos con habilidades limitadas que tienden a sobreestimar sus capacidades. Esta falta de autoconciencia puede llevar a decisiones equivocadas y a una resistencia a recibir retroalimentación constructiva.

Te puede pasar a ti
Puede que alguien piense; “Esto no me ha pasado a mí. Esto solo pasa en las películas”. Pues bien, diversos estudios afirman que el 70% de las personas experimenta al menos un episodio del síndrome del impostor a lo largo de su vida.
Así que somos muchos los que compartimos este pequeño secreto del que nos avergonzamos: en el fondo pensamos que nuestros éxitos son una estafa, resultado de un farol o, en el mejor de los casos, de un golpe de suerte.
Ahora bien, sin entrar a una valoración psicológica en detalle para analizar las posibles causas de estos fenómenos o, a nivel organizacional, cómo detectar estos casos a nuestro alrededor (o incluso para uno mismo), la pregunta que lanzamos realmente en este artículo es ¿cuál es, en definitiva, más nocivo para un equipo de trabajo o empresa? La respuesta, como siempre, no es sencilla, ya que dependerá de muchos factores como el tipo de empresa, el cargo de la persona, si se gestionan recursos económicos o de personal…
Sus efectos
Parece claro que ambos van a plantear efectos perjudiciales para la empresa y, en algunos aspectos, las consecuencias pueden ser comunes: bajo rendimiento (bien porque la persona no se atreva o por falta de conciencia sobre sus limitaciones), ambiente laboral negativo (aislamiento del resto por temor a que descubran que soy un fraude o por un exceso de confianza y una total resistencia a cualquier tipo de feedback), incapacidad para innovar (en un caso por miedo al fracaso y en otro, por falta de autocrítica y rechazo a todo aprendizaje o formación)…
Podemos concluir, en cualquier caso, que el efecto Dunning-Kruger puede ser particularmente dañino en roles de liderazgo, donde la toma de decisiones y la capacidad de reconocer las propias limitaciones son cruciales. Imagina un directivo con capacidad de decidir dónde se han de invertir los recursos financieros de la empresa; el resultado puede ser la quiebra.
Por otro lado, el síndrome del impostor también puede afectar en la viabilidad/futuro de una empresa por esa perpetua indecisión que eternizará cualquier decisión que se haya de tomar. Pero, especialmente, puede limitar el desarrollo de empleados talentosos y con un gran potencial, además de afectar su bienestar emocional.
Así que no está de más tratar de identificar y abordar ambos fenómenos si queremos mantener un entorno laboral saludable y productivo.

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