Si eres propenso a tener demasiada ambición, eres enormemente competitivo y te implicas a tope en tu ámbito laboral, viviendo todo de forma urgente, mostrando incluso a veces un comportamiento hostil, puede que respondas en alguna medida al canon del llamado personalidad tipo A. El que exista un tipo de personalidad tipo A, implica que haya otros tipos, nombrados también con letras del abecedario. Se ha definido tipos de personalidad tipo A, B, C y D. En titulares, podemos dar rasgos más significativos de los mismos.
Si el tipo A describe a las personas que muestras ambición, competitividad, impaciencia, agresividad y son muy prácticos, el tipo B, por el contrario, las describe con comportamientos que se ajustan más a vida relajada, con alegría, paciencia y despreocupación. El tipo C las describe como personas sensibles, reservadas y analíticas, mientras que el tipo D agrupa a personas con comportamientos cargados de tristeza, melancolía, con inhibición social y negatividad.
Si respondemos con nuestro comportamiento del día a día con personalidad tipo A, quizás deberíamos reflexionar un poco sobre nosotros mismos y como esa tendencia está repercutiendo en nuestra salud. El vivir los retos con la necesidad imperiosa de lograrlos quedando siempre por encima del resto que nos rodea, mostrándonos en ocasiones irritable y hostil, con una sensación de urgencia que hace que se esté corriendo todo el día, con hiperactividad total, muchas veces sin que obtengamos el resultado que perseguimos, puede pasarnos factura. Como consecuencia de este estilo de vida pueden aparecer enfermedades coronarias e hipertensión, además de ansiedad y alteraciones en el sueño, pudiendo estas convertirse en insomnio crónico.
Vivir según el patrón tipo A genera, en definitiva, un alto grado de estrés, y ya sabemos que una persona que sometida a una excesiva dosis de estrés tiene mayores probabilidades de sufrir un infarto o un peligroso pico de hipertensión.
También asociados a este tipo de personalidad, llegando a extremos nunca deseables, nos podemos encontrar comportamientos tales como creer que los demás tienen como objetivo intentar dañarnos o engañarnos, no confiar en los demás ya que eso nos pone en inferioridad y riesgo, y percibir comentarios sin importancia como incultos o ataques personales, incluyendo reacción hostil como medio de protección, llevándonos a mostrar una importante y preocupante falta de interés en relacionarnos socialmente.
También hay estudios llevados a cabo por especialistas en Psicología del Trabajo que ponen en relación directa este tipo de personalidad y el estrés crónico, llegando incluso a derivar en síndrome de Burnout.
Dado que los trastornos en la personalidad pueden alterar en gran manera nuestra vida y la de los que nos rodean, provocando problemas en nuestras relaciones, en la familia, en el trabajo o en la escuela, la pregunta lógica seria qué podemos hacer si nuestro comportamiento nos recuerda mucho al patrón de personalidad tipo A. Desde luego, lo más apropiado sería buscar ayuda profesional que podrá valorar si realmente necesitamos terapia o no. La buena noticia es que, aunque se trate de rasgos de personalidad, estos pueden ser modificados y suavizados en cuanto a su intensidad.
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Especialista en optimización y control industrial. Profesor del área de Mantenimiento y Producción en SEAS, Estudios Superiores Abiertos, centro de formación online del Grupo San Valero.