Benjamín Prado escribía hace unos meses un artículo que hablaba de la cultura del picoteo para referirse a la facilidad de acceso a cualquier tipo de información a través de la red. La definía como “saber de muchas cosas aunque sea poco, probar todas las salsas sin terminar ningún plato, en definitiva, opinar de cualquier tema con el desparpajo de quien se cree con conocimientos para hacerlo“.
En estos tiempos en los que disponemos de tanta información, se corre el riesgo de que el significado de las palabras “conocimiento” e “información” se tergiversen. Leer las cuatro primeras líneas de un artículo, el titular de una noticia o los 140 caracteres de un mensaje en Twitter, no implica que ya podamos opinar ampliamente sobre un tema. Esta sociedad de la información en la que vivimos nos hace creer que podemos saber de todo pero, ¿hasta qué punto llegamos a estar verdaderamente informados?, ¿no es cierto que en muchas ocasiones nos quedamos con el resumen del resumen de lo que realmente son las cosas?
Toda esta superabundancia de información, su facilidad de acceso y por supuesto, su gratuidad, nos facilita mucho las cosas y nos acerca a un conocimiento que hasta hace poco era inimaginable, pero cuidado, no debemos confundir el “saber” con el “estar enterados”. Como dice Mariano Fernández Enguita, “el exceso de información no nos ayuda a tener más conocimiento”.
No hay duda de que en la sociedad en la que nos encontramos, donde todos saltamos de un tema a otro “picoteando” de manera superficial, estamos más informados que antes pero, como puntualiza Ángel Valle, “Probablemente sí más informados, pero no mejor”.
Post publicado por: Cristina Mimbela
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