¿Y al rozar el pomo de una puerta? ¿O al tocar levemente a otra persona? Todos la hemos sentido en alguna ocasión. Más allá de esa sensación momentánea desagradable, en general no entraña peligro. La razón de que ocurra reside en un efecto de carga y descarga que experimentamos de forma continuada en nuestro cuerpo mientras caminamos por alfombras, o la ropa va rozando nuestra piel, nos peinamos, estamos junto a una máquina,…
La generación de carga puede producirse, entre otras razones, por separación de dos superficies unidas, por rozamiento o fricción con el aire u otro material o por inducción. La carga siempre se acumula en la superficie. Si nos referimos a nosotros mismos, en la superficie de nuestro cuerpo. Y la situación natural es que los cuerpos estén descargados, y, por supuesto, nosotros también. Por ello, en que existe la posibilidad de ponernos en contacto con un punto que está a menor potencial que el que tenemos como consecuencia de esa carga, y lo hacemos, nos descargamos. Se produce una descarga eléctrica repentina y rapidísima. Es entonces cuando tenemos esa sensación tan conocida del “chispazo”. En nuestra vida cotidiana todo se queda ahí. Sin embargo, cuando esto ocurre en un entorno de trabajo, puede ser muy perjudicial e incluso peligroso.
Las descargas electrostáticas ESD son similares a la caída de un rayo
Imaginemos por un momento que se produzca una descarga de este tipo en un ambiente con riesgos de explosiones o incendio. Una empresa de pirotécnica o una gasolinera en la que se está trasvasando combustible de un camión al depósito que abastece las máquinas expendedoras. La generación de una descarga allí podría suponer un muy serio accidente, probablemente con víctimas.
Otro sector que es susceptible de problemas con la ESD es la industria electrónica. Si los operarios cargados se descargan tocando el producto que se está fabricando, algunos de esos componentes son muy sensibles a este fenómeno y se pueden dañar. Lo mejor es que el aparato fabricado sufriese un daño catastrófico, lo detectásemos y no fuese entregado al cliente. Sin embargo, en muchas ocasiones no se detecta, aunque el daño está latente en el producto, y será, cuando esté en servicio en casa del cliente, cuando se produzca la avería.
El truco para que esto no nos ocurra pasa por evitar cargarnos. En nuestra vida, usar calzado no aislante, usar tejidos preferentemente de algodón para evitar esa carga, tomar duchas que hacen que eliminemos la carga acumulada en nuestro cuerpo,… Y en la vida industrial, ponernos a tierra y usar una importante colección de materiales y equipos, que bien no generan acumulaciones de carga al utilizarlos o que incluso apantallan e impiden que el efecto pueda incidir negativamente en los productos que fabricamos.
La protección contra los efectos de la ESD se ha convertido en un importante negocio a nivel mundial. Incluso existen normativas específicas para ello y posibilidad de que las empresas puedan certificarse.
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Especialista en optimización y control industrial. Profesor del área de Mantenimiento y Producción en SEAS, Estudios Superiores Abiertos, centro de formación online del Grupo San Valero.