Una persona empática es aquella “que sabe ponerse en la piel de los demás” y comprende sus emociones y los síntomas físicos deja observar con su comportamiento. Son personas que se relacionan con los demás priorizando sus emociones y sensaciones por encima lo demás. No cabe duda que viven con una alta dosis de sensibilidad. Por ello, esta cualidad a veces puede volverse un poco en su contra, ya que son muy vulnerables ante los impactos emocionales que producen las situaciones que se dan a su alrededor.
Por decirlo de una forma resumida, una persona empática tiene un alto grado de sensibilidad, absorbe las emociones de los demás, suele mostrarse introvertido, le gusta estar sola, se autoprotege ante cualquier tipo de relación, puede ser presa fácil para vampiros emocionales, y responde a la idea que todos tenemos de lo que es ser una buena persona.
¿Siempre es bueno comportarse con un alto grado de empatía?
Psicólogos como Marcia Reynolds recomiendan una empatía “con distancia”. Abrirnos a los demás, procurando que se sientan cómodos, puede ser recibido por ellos como una falta de respeto o de comprensión y el efecto que lograríamos sería justo el contrario al que esperamos: rechazo. El grado de emocionalidad con el que nos acerquemos a la otra persona ha de ser muy controlado. Debemos crear un espacio “seguro” para ambas partes, en el que podamos detectar lo que siente una persona sin vernos reflejados en ello. Este distanciamiento psicológico es crucial porque evitará esa posible vulnerabilidad a la que se aludía anteriormente. Marcia Reynolds también añade que no es necesario que seamos empáticos en todo momento y con todo el mundo. No es una muestra de egoísmo el que solamente nos mostremos empáticos en aquellas situaciones y con las personas que consideremos que queremos serlo. Un exceso de empatía puede provocar problemas de estrés y otras afecciones de la salud, además de posibles deterioros en nuestras relaciones con los demás. Por todo ello el concepto de empatía con distancia bien podría complementarse con el de empatía “selectiva”.
El modelo “seguro” que proponen muchos especialistas para se empáticos es el siguiente. Alguien quiere hacernos partícipes de una problemática y nosotros decidimos que queremos escucharle empáticamente. Damos un paso hacia adelante y escuchamos. Controlamos nuestra mente y escuchamos. Solo escuchamos. No deducimos. No juzgamos. Solo intentamos comprender lo que le ocurre y cómo se siente a consecuencia de ello. Incluso puede que nos pida algo si parte de la solución depende de nuestra actuación.
Si nos quedamos enganchados en este punto, puede ocurrir que sintamos simpatía por la persona. Bajar la guardia puede hacer que nos veamos identificados y eso va a influir en la respuesta que demos a la problemática. Incluso en lugar de la simpatía, puede que, condicionados por experiencias anteriores, lo que aparezca es antipatía. También influidos por esta antipatía, la respuesta que demos podría ser inadecuada. Por ello, lo que deberemos haces es dar un paso atrás, separarnos de persona y problema, y entonces decidir que hacemos o qué decimos. Desde nuestra posición y siendo “nosotros” puramente. Ya hemos sido empáticos selectivos y ahora somos empáticos con distancia. Probablemente estaremos en mucha mejor disposición de ayudar a esa persona.
La recomendación, para ser más efectivos y más felices si queremos ayudar a las personas, es pensar que somos muchísimo más útiles siendo empáticos que simpáticos.
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Especialista en optimización y control industrial. Profesor del área de Mantenimiento y Producción en SEAS, Estudios Superiores Abiertos, centro de formación online del Grupo San Valero.
