Los actuales sistemas económicos se definen por su linealidad, y el ciclo que se sigue en la producción consta siempre de los mismos pasos: extraer la materia prima, procesar el producto, consumirlo y eliminar sus residuos. La economía circular da la vuelta a este planteamiento y lo envuelve bajo el prisma del desarrollo sostenible.
Qué es la economía circular
Para definir la economía circular, basta con dibujar un escenario socioeconómico en el que la producción de bienes y servicios se realice reduciendo a la mínima expresión el consumo energético y el desperdicio de materias primas, agua y energía.
Por lo tanto, un sistema económico circular es aquel en cuyo centro se encuentra el aprovechamiento de los recursos y la reducción de las materias primas, alargando su vida útil más allá del clásico y ampliamente implantado concepto de “usar y tirar“: se extiende el uso de los productos y se les concede una segunda vida.
Objetivos y beneficios de la economía circular
El objetivo principal de la economía circular gira en torno a la sostenibilidad y al medio ambiente: al prolongar la vida útil de los productos, se reduce drásticamente el volumen de residuos.
El beneficio más inmediato que genera un sistema económico circular es el ahorro en costes de tratamiento y reciclaje de residuos: en Europa se generan más de 2,5 millones de toneladas de residuos cada año, y es fácil imaginar el cuantioso gasto económico que supone gestionar esa monstruosa cantidad de basura.
El otro gran beneficio no se ve si no se amplían las miras y se fijan en el largo plazo: el medio ambiente se ve gravemente perjudicado por los residuos que se tiran sin tratar, o cuyo reciclaje es caro o complicado.
Por último, los sistemas circulares contribuyen a la creación de empleo, lo que influye positivamente en la economía y en la riqueza de la sociedad.
Cómo se aplica y funciona la economía circular
Para que un sistema circular pueda funcionar correctamente, se precisa cambiar el paradigma de “usar y tirar“: la transformación se da desde la fabricación de los productos hasta el tratamiento de los residuos, de tal manera que este último paso cierra el círculo y sirve de inicio del siguiente ciclo de producción.
Para que los productos “vivan más tiempo“, es preciso que se diseñen pensando en lo que ocurrirá con ellos cuando cumplan su función principal: uno de los pilares de la economía circular se basa en los ecodiseños de los productos, que facilitan tanto su reaprovechamiento como su reparación o posterior reciclaje… sin contar con la que debería ser la primera opción, y es su biodegradación, para que se comporten de forma semejante a los seres vivos o residuos orgánicos.
La economía circular se postula como un gran cambio de mentalidad, en la que un producto al final de su vida se convierte en el germen de otro producto o recurso, o cuyo proceso de reciclaje es sensiblemente más barato y sencillo; sus beneficios económicos y medioambientales quedan fuera de toda duda.
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