No hace mucho comentábamos en una reunión de trabajo de una de las empresas con las que colaboro que una situación negativa que se había dado con un cliente había desembocado en perderlo. Y uno de los asistentes soltó la frase: “Y no por aptitud sino por actitud”.
Está claro que cualquier empresa desarrolla su actividad dentro de un entorno cambiante que puede generar limitaciones y problemas en el día a día. En su habilidad de seguir adelante utilizando de la forma más adecuada sus recursos residirá su éxito momentáneo. Y si fruto del análisis de sus fortalezas y debilidades desarrollan una estrategia efectiva de cara a la obtención de resultados, tanto más sencilla será su supervivencia y continuará su presencia en los mercados en los que opere. A esto es a lo que se le suele denominar estudio de aptitud.
Aptitud
La aptitud, ya más a nivel individual, es esa capacidad que tenemos para poder llevar a cabo una tarea. Puede ser que para ello precisemos adquirir algún tipo de habilidad, mediante acciones formativas del tipo que sean, o que dispongamos de ellas de forma innata. Simplificando muchísimo, somos aptos o se nos considera aptos para llevar a cabo una tarea porque sabemos todo lo necesario para desarrollarla correctamente.
A nivel de empresa, su actitud se relaciona con su cultura y sus objetivos o propósitos. La cultura de empresa se sostiene en su misión, su visión, sus valores, sus creencias, … Su propósito puede estar formalmente descrito en políticas de empresa o en objetivos, o simplemente enunciado dentro de su visión.
Actitud
A nivel más individual, la actitud es el comportamiento que se puede observar en nosotros cuando estamos desarrollando una tarea.
Puede que pensemos que es más importante el saber hacer algo que el cómo lo hagamos. Y, por el contrario, habrá personas que den mucha importancia a la voluntad que pongamos en hacer algo bien, aunque no tengamos la formación suficiente para poder hacerlo correctamente. Siempre nos vamos a encontrar personas que, sin un aparente gran esfuerzo, desarrollan de forma espectacular cualquier tarea. ¿Es solo aptitud? También nos encontraremos con personas de indudable genialidad que agazapados en su sillón pasan desapercibidos o que obtienen poca fortuna cuando hace alguna cosa en su trabajo. ¿Realmente tienen aptitud?
A la hora de decidir si prescindimos de aptitud o actitud, nuestra decisión debería ser que no desprendemos de ninguna de ellas. Ambas son complementarias y necesarias. Las empresas que se dedican a selección de personal aconsejan a sus empresas cliente que contraten a personas que destaquen en su voluntad de hacer bien su trabajo, que puedan afrontar situaciones complejas del día a día y que se esfuercen en relacionarse adecuadamente con sus compañeros. Eso es actitud. Cierto que son necesarios los conocimientos (en algunos casos, cruciales) Sin embargo, una gran actitud hacia el aprendizaje y hacia el trabajo, parece que posibilita que muchos candidatos a un empleo se podrían convertir en fenomenales trabajadores, superando con creces a gurús repletos de aptitud, pero con “poso espíritu de actuación” en su día a día.
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Especialista en optimización y control industrial. Profesor del área de Mantenimiento y Producción en SEAS, Estudios Superiores Abiertos, centro de formación online del Grupo San Valero.
