Russell Ackoff, brillante pensador recientemente fallecido que se definía a sí mismo como un solucionador de problemas, resumió hace ya tiempo cómo acabar con cualquier idea, más allá de su brillantez o factibilidad.
A su juicio, frente a las nuevas ideas, los enterradores de ideas plantean las siguientes estrategias defensivas:
1. Preguntar si alguien ha probado anteriormente con éxito esa idea.
2. Afirmar que ya se probó infructuosamente en el pasado (haciendo uso de lo que describe muy gráficamente como “experiencia imaginaria”).
3. Afirmar que otros probaron infructuosamente la idea en el pasado.
4. Preguntar si esa idea, aún con anteriores experiencias exitosas, es de aplicación a nuestro entorno y nuestro negocio.
5. Afirmar que la nueva idea no se puede aplicar por motivos legales, operacionales,… (por supuesto, ¡todos falsos!)
6. Atacar la falta de autoestima, tanto a nivel personal (alta de capacidad de persuasión por parte del “inventor”) como a nivel colectivo (complejo de inferioridad frente a otras culturas, países,..)
7. ”No tenemos tiempo”. A este respeto conviene citar el ejemplo de otro gran pensador, Stephen Covey. Éste, en su aclamado libro “Los siete hábitos de las personas altamente efectivas” parodia al leñador que no quería detenerse a afilar la sierra porque estaba demasiado ocupado serrando.
Afortunadamente, y es que no está el horno para bollos, el perfil de enterrador de ideas va dejando paso en las empresas a jóvenes preocupados en utilizar constructivamente sus neuronas, para su realización propia y para la de su compañía.
Post publicado por: Miguel Angel García
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