Tal y como ocurre en otros campos, la aplicación de mejoras ergonómicas siempre ha partido desde la dirección de la empresa, a través, en la mayoría de las ocasiones, de sus técnicos de prevención o de organización industrial. En el pensamiento de muchos trabajadores anida la idea de que la ergonomía no se ha tomado con la suficiente seriedad en la empresa en la que trabajan. Pero, ¿y si la empresa diese la oportunidad de colaborar en esta materia a los trabajadores de línea? Pues esta idea no es demasiado novedosa, ya que en algunos países nórdicos la llevan practicando desde los años 70. Algunas empresas comenzaron a tener en cuenta la opinión de sus operarios antes de implantar medidas ergonómicas. Como esta forma de enfoque dio buenos resultados, se fue extendiendo por el mundo industrial y en los años 80, en Estados Unidos se le puso nombre: Ergonomía Participativa (EP).
Ergonomía Participativa
No se trata de que se ponga en manos de los operarios el control del diseño de puestos de trabajo. Está claro que para ello es preciso un nivel de conocimiento importante para el diseño de los mismos, aunque el trabajador sea teóricamente “quien mejor conoce su trabajo y cómo es mas adecuado llevarlo a cabo”. Cuando los trabajadores hacen sugerencias de mejora de sus puestos de trabajo está claro que lo hacen con la mayor sinceridad y honestidad posible. Sin embargo, es preciso tamizar sus ideas con un pequeño filtro ya que es natural que no tengan en cuenta otros aspectos también importantes para valorar. Por ello, ese temor existente entre los mandos de algunas empresas por dar excesivo poder al operario no tiene sentido.
La Ergonomía Participativa, de implantarse, debería hacerse con una metodología concreta.
Debería además enfocarse a no solo mejorar la condición de trabajo sino a aumentar el conocimiento de la prevención y de la propia ergonomía, a mejorar la productividad de la empresa, a reducir posibles conflictos con los trabajadores con motivo de cómo se llevan a cabo las tareas, … En definitiva, a fortalecer la cultura de la empresa en materia de seguridad y productividad.
Implantar la Ergonomía Participativa
Implantar Ergonomía Participativa supondrá que los trabajadores, tutelados y supervisados por personal técnico especializado, se enfocarán en el diagnóstico y detección de riesgos y problemas potenciales relacionados con la ergonomía, además de la búsqueda de alternativas para solucionar dichos riesgos: reducción de trastornos musculoesqueléticos, rediseño de un espacio de trabajo mejoras en un equipo de trabajo o una herramienta, etc.
Puesto que la tarea se afronta mediante una metodología, las intervenciones no se llevan a cabo de forma anárquica. Se establece una programación para intervenir en zonas de trabajo, fruto de análisis de riesgos y problemáticas diversas que se han hecho previamente.
¿Cuáles son los principales obstáculos que nos podemos encontrar si implantamos esta filosofía en la empresa?
Pues hay dos que destacan sobre el resto. Uno está relacionado con la necesidad de que los trabajadores sientan motivación con este tema y participen activamente. Y el otro, los costes monetarios, consecuencia directa del tiempo que se dedica a ello más posibles inversiones que habrá que llevar a cabo para materializar las ideas de mejora. Hemos de tener en cuenta que en ocasiones es difícil demostrar la idoneidad de inversiones de este tipo para justificar el beneficio a obtener. Por ello, también pueden aparecer rencillas y “malos rollos” ente diferentes secciones y niveles de la empresa, si no se establecen y respetan unas claras reglas de funcionamiento en este sentido. Por último, siempre se corre un riesgo añadido a todos los anteriores. Si la experiencia no es un gran éxito (parece que en occidente seguimos necesitando identificar lo que hacemos como algo que genera un éxito tremendo y contundente, no siendo suficiente el concepto de pequeña mejora), puede quedar el sentimiento de que la situación sobre la que se ha intervenido no ha mejorado sustancialmente, teniendo la sensación que el esfuerzo y empeño puesto en esa acción de ergonomía participativa no ha merecido la pena. Por contra, viendo la botella medio llena y no medio vacía, está claro que mejoramos puestos y condiciones de trabajo, mucho o poco y que fomentamos una cultura de participación entre nuestros trabajadores, que puede, a su vez, mejorar la cohesión entre todos los miembros de la empresa. A esto podemos añadir que los trabajadores aumentan en autoestima y autoconfianza, además de dar un impulso más a la práctica del trabajo en equipo, fundamental para la supervivencia de cualquier empresa.
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Especialista en optimización y control industrial. Profesor del área de Mantenimiento y Producción en SEAS, Estudios Superiores Abiertos, centro de formación online del Grupo San Valero.