En caso de accidente los programas informáticos toman decisiones en los vehículos autónomos que tienden a sacrificar a sus propios pasajeros si hay un riesgo de atropello de peatones. “Pero muy pocas personas estarían dispuestas a comprar un coche que no ponga su seguridad en primer lugar”. Es un dilema moral o ético según se mire, pero hoy en día los coches autónomos deben lidiar con las posibles consecuencias que supone interactuar con otros conductores y peatones.
No hay una solución clara para este dilema, lo que sí es seguro es que se necesita una conversación colectiva para que la gente pueda expresar sus puntos de vista morales y así obtener una mejor comprensión y un punto de partida antes de pasar a temas más espinosos.
Los escenarios planteados incluyen, entre otras cuestiones, el número de vidas de peatones que se podrían salvar. Los autores crearon además la web interactiva “The Moral Machine site” en la que la gente puede explorar y crear nuevas situaciones.
Bajo mi punto de vista se entiende que un coche sin conductor, cuando interactúa con los peatones (en el caso de las ciudades) se entiende que las velocidades a las que deben de trabajar no suponen riesgo alguno para los pasajeros, siempre y cuando cumplan con las normas de seguridad del propio vehículo. En teoría estos coches se ajustarían al sistema de velocidades vigente en cada país, ya que no se podría alterar o modificar a menos que el conductor tomase el control total del vehículo y así quedase registrado en la CPU del propio coche.
Otra cosa es que el coche vaya a velocidades mayores de las urbanas, en ese caso sí que supone un riesgo intrínseco para los pasajeros si se toma la determinación de salvar primero la vida del peatón antes que la de los usuarios.
La toma de decisiones va para largo ya que no solo debemos tener en cuenta que el coche autónomo sea “perfecto” o que, al menos, tenga todas las variables posibles.
Debemos asumir que deben interactuar con coches que no lo son y con lo que puedan hacer los peatones y conductores de vehículos no autónomos de una manera legal o “ilegal”, es decir, hoy en día muchos de los accidentes de los peatones son por un incorrecto uso del “Civismo Urbano”. Deberíamos tomar especial interés en enseñar civismo urbano tanto a peatones como a conductores y ser muy estricto con este punto, ya que bajo mi criterio, que puede ser erróneo, no se puede dejar tomar todas las decisiones a una máquina por muy perfecta que sea.
En entrevistas a posibles usuarios, en general, los coches autónomos deberían estar programados para proteger a los peatones (usando algoritmos utilitarios), pero también indicaron que preferirían comprar aquellos cuya programación les diera prioridad como pasajeros en materia de seguridad, especialmente si viajaban con miembros de su familia.
Esto sugiere que si ambas versiones de coches sin conductor estuvieran en el mercado; la que protege a los peatones y la que salva a los pasajeros, muy pocos optarían por la primera opción.
Según Bonnefon, una de las principales conclusiones del estudio es que los gobiernos que decidan regular en favor de los coches autónomos que primen al peatón “pueden causar más daño que beneficio. Tal vez se salven algunas vidas gracias a los algoritmos utilitarios, pero habrá menos gente dispuesta a comprarlos o usarlos, lo cual a la larga será negativo porque estos vehículos pueden eliminar hasta un 90% de los accidentes de tráfico”, destaca.
“Lograr construir máquinas autónomas que tengan en cuenta cuestiones éticas es uno de los grandes desafíos de la inteligencia artificial”, dicen los autores. El enfoque basado en datos de esta investigación pone de manifiesto la forma en que la ética experimental puede proporcionar ideas clave en este ámbito a medida que haya más vehículos autónomos en la carretera, concluyen. (Fuente: SINC)
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