Hace unos cuantos años tuve un jefe empeñado en mostrarnos a todos los que trabajábamos en su equipo que había otras formas de afrontar el trabajo. Siempre he recordado una de sus frases cuando estábamos en reuniones donde intentábamos identificar qué problemas podrían aparecer en producción como consecuencia de introducir un nuevo producto, un nuevo equipo, etc. “¿Te preocupas o te ocupas de este tema?” Y así siempre. Imagino que quería generar en nosotros el compromiso de solucionarlo, aunque en muchas ocasiones solo conseguía enfadarnos.
Preocuparnos tiene relación con anticipar algo incierto que podría ocurrir, pudiendo generar, en la mayoría de las ocasiones, un sentimiento negativo acompañado de una no-acción para que esa posibilidad no se de o incida en menor grado.
Por el contrario, si nos ocupamos, la cosa cambia. Ya hemos hecho un juicio previo sobre posibilidades de actuación, tenemos la impresión de que vamos a resolver el problema, y nos ponemos manos a la obra para solucionar o evitar la aparición de “ese algo” no deseado. Ocuparse está relacionado con hacer cosas y evidencia nuestro compromiso. Dejamos a un lado ese desgaste emocional de pensar, rumiar, analizar, valorar, volver a pensar, … y no actuar, tan clásico en muchos lugares de trabajo.
Hay estudios psicológicos que dicen que muchos de nosotros nos preocupamos por cosas que nunca llegarán a ocurrir (por supuesto, negativas). También, por cosas que ya ocurrieron. Si ya han pasado, quizás sería mejor extraer el correspondiente aprendizaje, darnos permiso para continuar hacia adelante, y en todo caso, ocuparnos de qué vamos a hacer si puede haber consecuencias no deseables. Lo pasado, pasado está y no lo podemos cambiar. También se dice que, si piensas mucho en algo, al final corres el riesgo de que ocurre de veras. ¿Por qué siempre en negativo? Como decía ese famoso entrenador de fútbol en sus ruedas de prensa cuando los resultados del equipo no eran los esperados, “siempre negativo, nunca positivo”
Porque si me ocupo, es algo positivo y si me preocupo, será ineficaz si me quedo ahí. Y mucho peor. Seguro que alguna vez hemos caído en la trampa: algo que nos preocupa pero que nada podemos hacer. Y eso nos lleva a decaimientos y sentimientos de impotencia. Famosa es la frase: “Si un problema tiene solución, no te preocupes; y si no tiene solución, no te preocupes”. Deberíamos poner toda nuestra energía en hacer lo que podamos para cambiar una situación y aprender a aceptar que es posible que haya cosas que exceden de nuestra competencia. Si fuese así, o le damos la vuelta al problema y buscamos un aspecto por donde actuar o dejamos de gastar energía en preocuparnos. En este sentido, es más que probable, que poco o mucho, siempre habrá una posibilidad de actuar para intentar revertir o mitigar, aunque sea en pequeño grado, la situación o sus efectos.
Volviendo a ese mismo jefe al que recordaba al inicio de estas líneas, otras de sus frases para finalizar: “Análisis sí, parálisis no”
Siempre tenemos la posibilidad de mejorar nuestro enfoque ante la adversidad. ¿Qué solemos hacer más a menudo? ¿Nos ocupamos o solamente nos preocupamos?
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Especialista en optimización y control industrial. Profesor del área de Mantenimiento y Producción en SEAS, Estudios Superiores Abiertos, centro de formación online del Grupo San Valero.