Tranquilidad. No es tan extraño. Probablemente nos ha ocurrido a todos. Tenemos que hacer algo y nos decimos a nosotros mismos frases tales como “lo hago más tarde” o “para mañana“, el “no es tan urgente“, “no es tan importante para hacerlo ahora” o “puedo hacerlo luego mucho más fácilmente“. Y a continuación nos dedicamos a hacer cualquier otra cosa de menor importancia, que nos proporciona algún tipo de bienestar inmediato comparado con la alternativa de seguir adelante con aquello que inicialmente nos habíamos planteado que debíamos hacer.
Esto no quiere decir que no lleguemos a hacer la tarea inicial e importante “más tarde”. Solemos ser expertos en hacerla a última hora, cuando no queda más remedio, quizás aderezada con nervios, pánico y un cierto sentimiento de culpa. Y en muchas ocasiones, cuando observamos que el resultado no ha sido todo lo bueno que debería ser, tenemos el pensamiento de que de haberlas hecho con más calma y con un mejor grado de aprovechamiento del tiempo, las cosas habrían salido mejor.
Una nueva palabra se impone para describir la situación anteriormente explicada: procrastinación. Casi seguro que todos llevamos un procrastinador en nuestro interior, que intentará en muchos momentos no dejarnos avanzar y la consecuencia será que seamos menos productivos, tanto en el plano personal como profesional. Pensémoslo por un momento: cuanto menos nos guste una tarea, más fácil es que procrastinemos.
El problema de la procrastinación es que puede aparecer en quien la practica un sentimiento de culpabilidad, ya que realmente sabe que está haciendo “otras cosas” para ignorar otras de las que es responsable. Este sentimiento de culpa le hace vivir con ansiedad y podría llegar a tener el sentimiento de que no se está ocupando de su vida.
Un procrastinador suele hablar de todo lo que va a hacer y al final hace “nada” o “casi nada”. Es como un soñador que imagina lo que va a hacer y los resultados que va a obtener. Planificar sin acción no significa el lograr algo y es muy poco productivo. Si el procrastinador hace una lista de tareas a realizar, probablemente elegirá cosas agradables y cómodas para hacer primero y dejará para “después” las importantes. Por ello muchos expertos están recomendando no planificar sino simplemente hacer. Y premiar mínimamente la consecución de resultado entre tarea y tarea también suele ser un buen empujón para seguir haciendo (unos minutos de relax, un café,…)
Parece que hay fundamento científico en la tendencia que muestran los humanos a procrastinar. Numerosos investigadores estudian por qué y qué es lo que nos lleva a posponer las cosas que realmente son importantes.
Sus conclusiones han sido las siguientes:
- En la Universidad de Colorado han descubierto que hay una correlación entre personas impulsivas y procrastinadoras. Una persona impulsiva tiende a distraerse fácilmente con todo aquello que les parece más divertido a corto plazo, retrasando la puesta en marcha de sus objetivos para más tarde. También concluyen en su estudio que algunas personas están predispuestas genéticamente a retrasar tareas.
- El retrasar tareas, a corto plazo, nos produce un sentimiento muy agradable. Se produce una mínima cantidad de dopamina que va directa al cerebro y ocasiona esa sensación. Es una razón más por la que el humano tiende a procrastinar.
- Según estudios de la Universidad Carleton, el proceso de toma de una decisión es voluntario. Si no estamos centrados lo suficiente en esta acción, el sistema límbico se apodera de la situación y hace que nos dejemos arrastrar por lo que más nos agrada.
- En la Universidad de Utrecht han relacionado problemas de autocontrol con procrastinación. Como curiosidad, han determinado que quien más procrastina cayendo en tentaciones de retraso de tareas, suele retrasar incluso el momento de irse a la cama a dormir.
Los expertos afirman que la solución a la procrastinación somos nosotros mismos. Esta tendencia a retrasar tareas suele proceder de sentimientos negativos que tenemos hacia la tarea que decidimos no hacer todavía. Los motivos pueden ser intimidación, temor a fracasar o falta de motivación y pasión para llevarla a cabo. Eso hace que intentemos mirar a otro lado. Por tanto, para dejar de procrastinar, lo que debemos hacer es aprender a tomar decisiones y actuar.
Posibles estrategias para conseguir controlar nuestra tendencia a procrastinar podrían ser:
- Si lo que debes hacer tiene una duración de hasta unos dos minutos, no planificar. Simplemente hacerla.
- Cuando ya hayamos logrado este hito, podemos progresivamente hacer lo mismo con tareas de duración de hasta diez minutos.
- Al comenzar a hacer algo que nos da temor, lo vamos venciendo. Podemos comenzar un tarea de este tipo, estar con ella un tiempo de alrededor de 5 minutos y detenernos. Veremos que hemos logrado superar esa barrera.
- Pasados esos minutos, retomar la tarea. Veremos que la dureza ha disminuido en un alto grado.
- Es bueno anotar lo que hacemos a diario y anotar lo que nos cuesta. Hace que el compromiso con el “hacer” aumente. Además, establecer rutinas diarias también ayuda, puesto que genera hábito.
- Hay que gestionar nuestra energía y no tanto nuestro tiempo, Además, si hay compromisos que no deseamos adquirir, hemos de aprender a decir no.
- Dividir las tareas en partes más pequeñas, intentar que sea divertido cumplirlas y poner recompensas por llevarlas a cabo ayuda mucho a generar hábito de hacer y eliminar el de retrasar.
- Contar tus logros a los demás también ayuda. Por un lado, aumenta tu compromiso y por otro puedes recibir “pequeños premisos satisfactorios desde el exterior”
Mucho ánimo si quieres mejorar personal y profesionalmente ¡Aprende a dejar de procrastinar!
SEAS es el centro de formación online del Grupo San Valero, especializado en el ámbito técnico, industrial y de empresa. Visita www.seas.es para consultar nuestra oferta formativa de cursos y másteres. Formación profesional para el empleo de calidad y accesible para todos.