Para poder entender qué es, cómo se produce y las posibles alternativas que existen para poder paliar esta crisis, es necesario entender la cadena de procesos que se han ido sucediendo hasta desencadenar esta situación.
Los semiconductores son aquellos materiales que forman el sustrato base para la elaboración de componentes electrónicos cotidianos, desde los pequeños circuitos que pueden utilizarse en simples electrodomésticos (una lavadora por ejemplo), hasta los más complejos microprocesadores de los ordenadores o móviles de última generación, pasando por otros muchos como los controladores de a bordo de los coches convencionales y, más frecuentemente, de los eléctricos.
Según Xavier Ferràs, experto en innovación y profesor de Esade, “Se cuenta que una persona tiene alrededor de 150 chips en su vida”, dato que puede ayudar a entender la importancia de estos materiales semiconductores.
Si nos remontamos al año 2020, encontramos que se produce un evento mundial que inicia una avalancha de procesos arrastrando al mundo a la conocida como “crisis de los semiconductores: Una pandemia mundial y la consecuente reclusión masiva de la población en sus casas.
Es en este momento cuando una gran parte de la población se ve abocada (unas veces por las obligaciones del teletrabajo y otras por las tendencias alternativas de comunicación social o familiar) a renovar los dispositivos electrónicos que permitan adaptarse a esta situación de aislamiento domiciliario: Ordenadores, teléfonos móviles, tablets, etc. En definitiva, la población comienza a demandar nuevos dispositivos que, no solo requieren de semiconductores, sino que además demandan aquellos circuitos con las más altas prestaciones.
Pero el gran problema se deriva de que la mayoría de los fabricantes de microchips producen sus componentes en plantas extremadamente especializadas normalmente ubicadas en Asia, más concretamente en Taiwan (63%) y Corea del Sur o China (18%) (pueden observarse los principales fabricantes a nivel mundial en la gráfica de la figura 1).
Es decir, que una gran parte de los componentes electrónicos mundiales de última generación, son fabricados por una pequeña élite de empresas como TSMC (54% de cuota de mercado, Taiwán), UMC (7%, Taiwán), Samsung (17%, Corea del sur) o SMIC (5%, China) que, posteriormente, nutren a otras empresas como Apple, Microsoft o Nvidia.
En 2020, estas empresas recibieron un aluvión de solicitudes de chips para cubrir la demanda de equipos domésticos para teletrabajo y telepresencia.
La primera consecuencia derivada de esta demanda fue que estas compañías dedicaron todas las plantas de alta tecnología disponibles a intentar cubrir este pico del mercado dado que son los componentes más caros y que reportan los mayores beneficios económicos (con escaso éxito incluso ahora, 2 años después).
La segunda derivada de este aumento de demanda proviene de esta última actuación empresarial; desviar los recursos de la mayoría de las factorías a la fabricación de microchips de última generación, disminuyó la oferta de otros modelos de microchips: Todos aquellos de menores prestaciones dedicados principalmente a dispositivos menos exigentes como electrodomésticos u ordenadores de a bordo de vehículos.
He aquí cuando la crisis de los semiconductores alcanza la fabricación y distribución de uno de los mercados más importantes a nivel mundial: los automóviles, provocando un considerable retraso en la entrega de los mismos, y subsiguientemente al resto de productos tecnológicos.
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