Con el sugestivo título de “La rana que no sabia que estaba hervida y otras lecciones de vida”, Olivier Clerc inicia su libro con el relato y explicación de uno de sus supuestos experimentos. Intenta que fijemos nuestra atención con el hecho de que a nuestro alrededor hay continuos cambios de los que apenas nos damos cuenta.
Imaginemos una olla con agua hirviendo e introducimos, entonces, una rana en ella. Esta, al darse cuenta de esa alta temperatura, dará un salto y huirá. Sin embargo, imaginemos la olla, de nuevo llena de agua, esta vez fría, e introducimos la rana en ella. Y ponemos la olla a fuego lento. La rana permanecerá en la olla e irá adaptándose con cierta comodidad al aumento de temperatura. No se dará cuenta que la temperatura del agua va aumentando. Ni siquiera se estará dando cuenta que, si no salta, morirá. Cuando el agua comience a hervir, la rana tendrá ya serias dificultades para que su cuerpo se adapte a la temperatura. Y como habrá agotado sus energías en su proceso de adaptación al agua, le faltarán fuerzas para reaccionar, saltar y salvarse. Y acabará hervida.
Olivier Clerc comprobó en su experimente que controlando el aumento de temperatura de forma que aumente a razón de 1,2 grados centígrados cada hora, la rana no intenta escapar hasta que es demasiado tarde.
Toda esta historia la podemos trasladar a nuestra existencia y a nuestra forma de vida. Y tiene mucho que ver con nuestra forma de adaptarnos a las circunstancias que nos rodean y con ese grado de conformismo que muchas veces impera en nuestra forma de aceptar esas circunstancias. Según Clerc, actuamos bajo este síndrome de la rana hervida, cuando nos adaptamos de forma consciente o inconsciente a circunstancias, personas o relaciones que nos resultan perjudiciales y que no ayudan que mantengamos bienestar mental, emocional o físico.
Conocemos a personas (ojalá no seamos nosotros mismos) que aguantan situaciones inadecuadas durante años, relaciones abusivas y desiguales, que no discuten y aceptan lo que les digan y hagan, además sin quejarse. A pesar de que muchos les definan como “santos” y “buenas personas”, en realidad pueden estar siendo víctimas del síndrome de la rana hervida.
Siempre en palabras de Clerc, esta conducta hiperadaptativa suele generar baja autoestima y autoabandono. No es lo mismo aceptar, empatizar, buscar el amor y la paz interior, … a convertirnos en una rana hervida. La diferencia puede radicar, entre otras posibilidades, en que, en el caso de este síndrome, no estamos afrontando de forma sana esa situación tóxica, bien sea por dolor o por miedo. Y esto puede darse tanto en nuestra vida personal como en la laboral ya que en ambos escenarios pueden sufrirse relaciones dependientes, manipulativas, interesadas o abusivas.
Los principales motivos para que actuemos así y nos quedemos dentro de esa olla de agua hirviendo suelen ser el no dar importancia a ese problema, el pensar que no es para tanto, el creer que luchar no servirá de nada, el no arriesgarse porque es mejor malo conocido que bueno por conocer, el esperar a que las cosas cambiarán a mejor por sí solas sin que tengamos que hacer nada, el sentir que nos faltan recursos para actuar y no hacer nada por conseguirlos, el pensar que este papel que nos ha tocado vivir como víctima de alguien tóxico es incluso motivado por una mala acción que hicimos y la vida nos castiga,…
Unas veces nos meten en la olla y otras veces entramos nosotros solos. Es importante que revisemos nuestras creencias, valores y conductas y que trabajemos en modificar aquello que nos ayude a saltar de la olla.
Pensemos que tan malo puede resultar que mostremos una actitud intransigente como temer un comportamiento excesivamente sumiso y adaptativo. Como dice Clerc, saltar de la olla cuando sea necesario es un acto de amor hacia nosotros mismos.
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Especialista en optimización y control industrial. Profesor del área de Mantenimiento y Producción en SEAS, Estudios Superiores Abiertos, centro de formación online del Grupo San Valero.